El proceso de enseñanza
aprendizaje a distancia no debe ¨variar demasiado¨ en relación con el que se desarrolla en aulas de forma
presencial, pues la diferencia entre ambos radica en los medios que se emplean
para la comunicación de las personas que intervienen en ellos. El diseño de un
curso virtual debe facilitar la navegación por el mismo al igual que la
disposición física del aula. Lo debe hacer en la enseñanza presencial y los
contenidos deben ser actuales.
¿Hay comunicación entre los
participantes de un curso a distancia? Depende. Parece ser una respuesta poco
convencible, pero resulta que es la más adecuada. La comunicación resulta casi
nula en este tipo de actividades formativas. Sus causas habría que indagarlas
en la concepción de las mismas, pues la idea es disponer al alumnado los
contenidos para que los asimile y envíe unas tareas con objeto de demostrar los
conocimientos adquiridos.
Si existe comunicación suele ser
unilateral (desde el profesorado al alumnado) con función básicamente
informativa. En caso que surja alguna dificultad o duda cuando se produce una
comunicación en sentido inverso; si se resuelve la cuestión, la comunicación no
continúa. Si en la actividad formativa que se va a desarrollar a través de
internet buscamos la participación como
vía de construcción de conocimiento, el diseño debe responder a este fin. La enseñanza no presencial tiene la
desventaja de que los participantes ni siquiera
tienen una comunicación visual.
Desde el punto de vista del
alumnado, la educación a distancia es fría e impersonal, requiere de una
motivación adicional para comenzar y, sobre todo, continuar. El tutor juega un
papel muy importante pues tiene que ser ¨tan visible¨ como en un curso presencial.
el alumnado debe saber que puede contar en todo momento con su
tutor, colaborador activo en su aprendizaje. una de las funciones primordiales
del tutor de un curso virtual es constituirse en facilitador del aprendizaje
más que transmisor de conocimiento.